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AMOR Y OBEDIENCIA:PILARES DE LA PAZ

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LECTURAS DE HOY: 9/5/23 (Hch 14,19-28; Sal 144; Jn 14,27-31).

“La paz les dejo, mi paz les doy”: estas son las palabras de Jesús a sus discípulos ante la inquietud que viven con su despedida física. Él desea para los suyos “que no les tiemble el corazón”. No sólo les desea, sino que les deja la paz, diferente a la del “mundo”, porque es su propia persona.
 
Usted podría tener ausencia de conflicto, pero esta no es la paz de Jesús; podría estar en unas estupendas vacaciones, en calma y relajado, tampoco es ésta. La paz del Señor no se experimenta por causas externas, sino internas. Nace allí donde Él la dejó, en el corazón.
 
Jesús nos revela la fuente de su paz: tiene su amor puesto en el Padre. Ahí está su interés, su motor, su centro. Y luego añade otro detalle imprescindible, “lo que el Padre me manda yo lo hago”. En este sentido, podemos meditar que, cuando uno pierde la paz es porque se enfrió en el amor a Jesús y dejó de hacer su voluntad.
 
Acojamos el buen ejemplo de Pablo, un hombre de paz. Físicamente apedreado por predicar a Cristo; dice el texto que lo dejaron medio muerto. En el mismo pasaje exhorta a los nuevos discípulos a perseverar en la fe.
 
Hacemos nuestros los versos de Santa Teresa de Jesús cuando dicen:
Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda.
La paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
sólo Dios basta.

  1. ¿Cuáles son “las piedras” que me hacen abandonar el camino?
  2. ¿Cuáles situaciones me hacen perturbar y perder la paz? 
  3. ¿He provocado realidades innecesarias que perturban la paz a otras personas?
  4. ¿Cómo estoy amando al Señor y cómo estoy obedeciendo su voluntad en mi vida?