Vie. Jul 26th, 2024

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DECIDIDOS A PERMANECER.

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EVANGELIO DE HOY: 10/5/23 (Jn 15,1-8).

En el evangelio de este día, el verbo “permanecer” se presenta 7 veces. Es el que utiliza Jesús para sus discípulos al insistirles: “permanezcan en mí y yo en ustedes”. La íntima unión que el Señor quiere entre Él y nosotros, la describe a partir de la imagen de la vid. Él es la vid verdadera. Una vid que fue plantada y amorosamente cuidada por el labrador y dueño, que es el Padre. ¿Y dónde está, en esta parábola, la presencia del Espíritu Santo? El Espíritu es como la savia que circula por los vasos conductores del arbusto, haciendo que la vida sea dinámica y fértil.
 
Nosotros somos como esos sarmientos pegados a la vid; se nos compara con ramitas que no pueden vivir por su cuenta y que sólo sirven para algo si permanecen unidas al arbusto. No tiene sentido “permanecer” ocupando espacio. Se espera que la savia no se desperdicie. Por tal motivo, hay criterios para estar y mantenerse ahí. El labrador toma la postura de “arrancar” a quien no da fruto. Y a quien da fruto, lo poda para que sirva más.
 
La Palabra que meditamos diariamente es la podadora con la cual nos vamos formando y transformando. Ella, tomada en serio, nos quita todo lo que sobra. Cuando tenemos, con la Palabra, un contacto superficial, no entramos en su dinámica de embellecimiento. Observemos que la poda duele, porque algo se quita de uno; sin embargo, si no nos podan, nos quedamos mediocres. Con certeza, nadie querrá secarse fuera de la vid. Es duro que a uno lo arranquen por no dar fruto, y acabe solo, desecado, recogido como leña…
 
Hoy, día de San Juan de Ávila, oramos con sus frases: “El recibir el cuerpo de Jesucristo e incorporarnos ahora aquí en Él, mediante la comunión, es figura de la unión que ha de haber entre nosotros y Él en los cielos”; “¿Qué es comulgar? El Santísimo Sacramento es manjar para flacos, manjar de desmayados, de tristes, de llorosos, desconsolados, manjar de pobres”.

1. ¿Qué decido? ¿De qué manera deseo permanecer en la vid?
2. Actualmente, ¿tengo una permanencia pasiva? ¿Me dejo podar?
3. ¿Estoy dando frutos? ¿Para quiénes son mis racimos?
4. ¿Cómo el alimento de la Eucaristía me asiste para que Jesús permanezca en mí y yo en Él?