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EL ESPÍRITU CONSOLADOR

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LECTURAS DE HOY: 16/5/23 (Hch 16,22-34; Sal 137; Jn 16,5-11). 


Seguimos preparándonos para Pentecostés. Las lecturas nos siguen hablando del Espíritu en varias maneras. El mismo Jesús nos va dando a conocer la identidad de la Tercera Persona de la Trinidad.
 
Hoy, el Señor nos presenta los rasgos del Espíritu en un contexto de tristeza comunitaria, donde los discípulos no tienen ni fuerza para preguntar a Jesús “¿A dónde vas?”. La tristeza les llena el corazón porque no comprenden nada de lo que acontece. El misterio les supera. En el silencio de la aflicción, el Señor lee sus miradas. Los conoce. Les interpreta. Jesús pone las palabras cuando los suyos no saben formular lo que viven y experimentan. Pero la tristeza que viven nace del amor que tienen al Maestro. Y el Señor lo sabe.  
 
“Conviene que yo me vaya”, dice Jesús a sus discípulos. Una cosa es lo que se quiere, y otra lo que conviene. El Señor, que conoce a fondo, puede instruir sus mentes oscuras con sus enseñanzas. Él introduce en el tiempo especial del Espíritu; que vendrá, no para hablar de sí mismo, porque no lo hace; sino para que podamos acoger, a profundidad, la persona de Cristo y todo lo que nos ha revelado. Nos recuerda el Catecismo: no se puede creer en Jesucristo sin tener parte en su Espíritu. Es el Espíritu Santo quien revela a las personas quién es Jesús (Cf. 152).
 
“Viene el Defensor”, en medio de realidades donde quiere dominar el “acusador”. Viene con la autoridad del saber, del conocer; como recuerda Pablo: “Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios” (1Cor 2,11). Él llega con las gracias necesarias para dejar convicto al mundo, con la luz trascendente, para  iluminar las conciencias de lo que somos y hemos hecho.
 
En la lectura de los Hechos tenemos un ejemplo vivo de cómo opera el Espíritu. Mientras los apóstoles están casi muertos a palos, encarcelados, tienen la fortaleza trascendente para seguir cantando y dando gloria a Dios. El testimonio convincente hace que otros asuman la fe en medio a las persecuciones.
 
Señor, pedimos el Espíritu Santo, para que Él acompañe y dinamice la obra que tú has empezado en nuestras vidas.
 
1. ¿Qué me causa tristeza? 
2. ¿Me causa tristeza el no tener experiencia con el Señor? ¿Me da tristeza descuidar mi relación con Cristo? 
3. ¿Cómo experimento los consuelos del Espíritu? 
4. ¿Permito que el Espíritu me eduque en los asuntos de fe? 
5. ¿Me relaciono con el Espíritu como un amigo bueno?