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ASCENSIÓN DEL SEÑOR

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LECTURAS DE HOY: 21/5/23
(Hch 1,1-11; Sal 46; Ef 1,17-23; Mt 28,16-20).

“Quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra”
(Santa Teresita del Niño Jesús).
 
La frase de Santa Teresita nos da luz para acoger el misterio que celebramos este domingo. El cielo, no ha de ser comprendido como un espacio geográfico, sino como un estado espiritual, trascendente, que nos remite a la esencia divina. El cielo está donde está la Santísima Trinidad. Y donde están todos los santos y las santas, los conocidos y los que no se conocen. El cielo es una fuerza vital de amor y comunión.
 
Desde la Encarnación, el Señor Jesús nos ha mostrado el camino del cielo. No podríamos llegar sin este puente. La Ascensión de Jesús a los cielos nos señala la ruta hacia el corazón del Padre. Desde este estado, recuperando su gloria divina, el Señor puede manifestarse con autoridad, y nos hace madurar en la fe.
 
Con la Ascensión, nuestra fe madura, gracias al Espíritu Santo que se nos promete, y para el cual nos preparamos. Crecemos en la fe, porque ahora el Señor tiene una nueva presencia entre nosotros. Basta con una pequeña mirada hacia el centro del corazón. Lo sentimos ahí, dentro, palpitando. Creemos en Él con fuerza de amor. Nos es más Dios desde el cielo. Porque nos abraza a todos, ya sin la debilidad humana.
 
El deseo de Santa Teresita, también nace en nosotros. Deseamos a Dios, y en Él su santidad. Otra cosa no nos satisface. Sin embargo, de la misma manera en que Jesús va al cielo (y sigue presente en la tierra), también los santos, de alguna manera, colaboran y nos hacen el bien desde allí. No se desentienden de los que seguimos peregrinando en este valle de lágrimas. También, como la vida de los santos y las santas, hemos de esforzarnos por hacer de esta tierra un pedacito de cielo: haciendo el bien siempre.
 
Cuando los discípulos se distraen mirando al cielo, reciben un cuestionamiento. Porque el cielo es una gracia que se recibe, pero al mismo tiempo, una tarea que se asume. La tarea la deja clara el Señor cuando dice: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos”, acompañado de la promesa: “Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin”.
 
Señor, como el salmista queremos cantar y tocar a tu Nombre. Sabemos en quién hemos puesto nuestra confianza. Gracias por ser tan responsable con nosotros. No nos dejas solos. Nos conquistaste y nos providencias lo necesario para mantenernos unidos a ti. Gracias, Señor, por la ruta hacia el cielo que, desde la tierra, la hacemos juntos, haciendo el bien siempre.
 
1. ¿Yo también busco, sueño, deseo la gracia del cielo? 
2. ¿Cómo vamos viviendo, practicando el cielo en esta tierra? 
3. ¿Vivo la Eucaristía como el acontecimiento de amor, más especial, donde el Señor sigue estando presente? 
4. ¿Me relaciono con el Señor por medio de la Palabra, los hermanos y hermanas, la vida interior?