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EL SEÑOR NOS DARÁ LA LLUVIA:NUESTRA TIERRA DARÁ SU FRUTO.

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LECTURAS DE HOY: 15/6/23 (2Cor 3,15-14,1.3-6; Sal 84; Mt 5,20-26).

“El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto”, con esta frase del salmo del día quiero comenzar la meditación. Es una frase sugerente que nos recuerda la gracia que recibimos de Dios, su providencia, su misericordia. Sin su lluvia no somos nada. Somos terreno estéril, con todos los intentos fallidos, si no recibimos ese respaldo discreto, que nos viene gratuitamente, muchas veces pasando desapercibido.
 
La lluvia y la bendición son la misma cosa. Llueva sobre nuestro corazón las veces que sean necesarias. Seamos como “tierra disponible” para acoger la lluvia que se nos da. Ella nos hace florecer. Cuando nos llueve la gracia, las hojas de nuestro árbol se tornan brillantes y frondosas. De esto, con otro lenguaje, nos habla san Pablo, al referirse que los verdaderos cristianos reflejan la gloria del Señor y se van transformando en su imagen con resplandor creciente. Somos resplandor de Cristo cuando hacemos y vivimos desde sus enseñanzas.
 
Nuestra tierra comienza a dar frutos cuando experimenta el encuentro de la misericordia y la fidelidad, el beso de la justicia y la paz. A esto alude el Señor, en el evangelio, cuando nos perfecciona los mandamientos; del “no matar al prójimo” lo eleva al “no pelearse”, “no hablarse mal”, llamando a la convivencia reconciliada.
 
Somos tierra fructífera, por gracia de Dios, cuando no separamos la relación con Dios de la relación con los demás hermanos y hermanas. Por eso, el Señor nos exhorta a que “procuremos arreglarnos con el otro” antes de poner la ofrenda. Si la lluvia nunca nos falta, tampoco ha de faltarnos la disposición para dar frutos que le agraden a Él.    
 
Señor, que tu gloria habite en nuestra tierra y que, mientras vamos de camino, podamos hacerla brillar con nuestras vidas, con nuestras obras, nuestras actitudes, con nuestro compromiso con la paz y la justicia. Danos la lluvia de tu gracia, Señor; que nunca nos falte.
 

  1. ¿Estoy, con mi vida, haciendo que brille la gloria de Dios? ¿Cuáles de mis actitudes la podrían opacar? 
  2. ¿”Mi tierra” acoge y saca provecho de la lluvia que el Señor le manda? 
  3. ¿Cuáles frutos se pueden cosechar en mi terreno? 
  4. ¿Con quién estoy pendiente de reconciliación? ¿Para cuándo lo estoy dejando?