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DE CORAZÓN A CORAZÓN

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LECTURAS DE HOY: 17/6/23 (2Cor 5,14-21; Sal 102; Mt 5,33-37).

Ayer estuvimos celebrando el Sagrado Corazón de Jesús; hoy seguimos con la fiesta del Inmaculado Corazón de María. Y es que ambos son inseparables. ¿Quién ha habitado desde siempre el corazón de la Madre a no ser el Hijo? 
 
La belleza espiritual de la fiesta de ayer, saber que contamos con el corazón del Padre encarnado en el corazón de Jesús, es nuestra alegría. Y la de hoy, es la viva esperanza, porque una Madre como María no se conforma con estar Ella sola, inmaculada; nos toma de la mano y nos conduce a la santidad de vida, su propio Hijo.
 
Las lecturas de este día nos iluminan el camino de perfección, que no es un ideal inalcanzable. Pablo nos recuerda que Cristo murió por todos. El que no había pecado, Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a Él, recibamos la santidad de Dios. En fin, el que es de Cristo es una criatura nueva. Y cada uno de nosotros ha de convencerse fielmente de esta realidad. No somos postalitas repetidas. No somos aquello que nos dijeron ser. Somos nuevos en Cristo, si creemos en Él, quien hace nuevas todas las cosas.
 
Nos enfatiza nuevamente el Salmo, que Dios perdona todas nuestras culpas y cura todas nuestras enfermedades. Nos levanta de la fosa para resurgir llenos de gracia y de ternura. La Santísima Trinidad colabora, y la Virgen María respalda para que vivamos desde la pureza santa. No la pureza escrupulosa, sino aquella que comparte los mismos sentimientos, deseos y acciones de nuestro Señor Jesús.
 
Cómo nos podríamos conformar con una vida mediocre cuando tenemos los sagrados corazones de Jesús y de María como vocación profunda y horizonte inspirador.
 
El evangelio nos da una clave para mantener nuestro corazón purgado: -decir “sí” o “no”. Quien recupera y permanece en el valor de la palabra, la palabra fundamentada en Cristo, se va perfeccionando. Bendito “sí” y bendito “no” que, sabiamente empleados, nos colocan en la opción, postura y decisión ciertas. Un “sí” y un “no” innegociables para custodiar los intereses del Señor.  
 
María, tú, con obediencia y humildad, con silencio y servicio, pudiste unir tu corazón al de Jesús. Que sigamos tu ejemplo. Ayúdanos a cultivar ese corazón bonito, capaz de amar y comprometerse con el Reino. Un corazón hermoso, que despierte la sonrisa del Señor cada vez que lo mire y lo visite.

 1. ¿Qué conservo en el único corazón que cargo conmigo? 

2. ¿Le he preguntado al Señor cómo se siente habitando en mi corazón?

3. Si le digo a la Virgen que, como una casa, ponga mi corazón hermoso, ¿cómo lo arreglaría? 

4. ¿Por qué, quien cree cultivar su corazón, y mira a los otros por encima del hombro, no ha entendido bien a Jesús y a María?