«TÚ ERES EL DIOS QUE ME VE».
3 min readLECTURAS DE HOY: 5/7/23 (Gn 21,5.8-20; Sal 33,7-8.10-13; Mt 8,28-34).
La primera lectura de hoy, a simple vista, se presenta compleja. Resulta chocante la petición de Sara a Abrahán para que expulse a la criada Hagar y a su niño de la casa, a fin de que Isaac sea el único heredero. En el fondo, se observa un empeño literario en mostrar el momento en que se separan los dos hijos: Isaac (de Sara)e Ismael (de Hagar). Con el acontecimiento se separan también sus dos realidades. La promesa del Señor se cumplirá e Isaac dará la descendencia prometida. Con todo, Dios no se desentiende de la esclava, y aquí nos detenemos.
Parte Hagar, expulsada, con un niño en brazos por el desierto. La imaginamos con algunos mantos; un poco de pan y un poco de agua. En ocasiones nosotros también pasamos por realidades tristes y dolorosas; las que integran, además, crisis de fe. Cualquiera se pregunta: si Dios es bueno, por qué permite esas cosas. Uno no comprende que nos sucede como a las plantas, que para ser trasplantadas tienen que marchitarse, sin aparente esperanza de renacer.
El pan y el agua que Hagar llevara, se acabaron. Seguro que nosotros, alguna vez, hemos experimentado que se nos acabaron las provisiones (materiales y espirituales) con estas, las fuerzas para luchar. La gente se cansa de caminar cuando no siente respaldo humano y, además, arrastra con la aparente ausencia de Dios. Ahí la vemos: abandonada, con miedo de ver morir al hijo… Ella no estaba contando con que el ángel del Señor estaba cerca.
Entendemos entonces la oración del salmista cuando dice: “Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha y lo salva de sus angustias; porque el ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege”. El Señor escuchó los gritos del niño y se compadeció del dolor de la madre. Era necesario salir de la esclavitud a la libertad, aun a precio de muchas lágrimas.
Hoy te dice el Señor: “¡LEVÁNTATE!”. Hay un pozo cerca, un manantial de agua. La sorpresa de Dios ha llegado hasta ti. Una nueva vida surge. La garganta torna a restaurarse, la respiración se fortalece. Porque “Tú eres el Dios que me ve”. El pozo, hoy, está allí donde Dios nos encuentra a cada uno, en nuestra realidad, y nos da a beber su misericordia. En la libertad, Él recrea a la nueva persona. En la fragilidad se porta la bendición de Dios. Qué bonito es tener una historia de amor con el Señor, y poderla compartir.
“Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha”.
1. ¿Cuándo Dios me mira, qué ve?
2. ¿De cuáles esclavitudes me quiere liberar el Señor?
3. ¿Usted sabía que los gritos del inocente se transforman en oración?
4. ¿Cuáles signos evidencian que Dios escucha mis angustias?
5. ¿Dónde identifico la bendición de Dios en mi vida?
6. ¿A qué lugar de luz me lleva el Señor, cuando me saca, aunque no lo quiera, de la oscuridad?
7. ¿Soy “ángel del Señor” para los que andan afligidos y desconsolados?