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EN LA ESCUELA DE MARÍA MAGDALENA: «APÓSTOLA» DE LOS APÓSTOLES.

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LECTURAS DE HOY: 22/7/23 (2Cor 5,14-17; Sal 62; Jn 20,1.11-18).

Seis cosas que aprendemos con María Magdalena, a la luz de las lecturas escogidas para este día: 

  1. “No vivir para sí”. En el pensamiento de Pablo, la persona que tiene la gracia y la conciencia de saber lo que Cristo ha hecho por ella, ya no vive para sí, sino para Él. En el encuentro con el Señor, Magdalena ha sido una criatura nueva. Su vida pasada caducó. Santa Teresa de Jesús también nos dejó saber: “Vivo fuera de mí, después que muero de amor”. Los sufrimientos mediocres comienzan cuando uno vive para sí mismo; la felicidad genuina cuando centramos la respiración, la mirada, el pensamiento, la imaginación, el corazón, el obrar, en el Señor. ¿Estás viviendo para ti?
     
  2. “Buscarle con ansias”. Este santo deseo, para el salmista, sólo puede nacer cuando la persona ha experimentado el auxilio del Señor. Magdalena, en este sentido, no tiene oxígeno fuera de Jesús, porque su alma está unida a Él. De nada le sirve la vida sin aquel que la sostiene. Buscarle, para ella, es una urgencia; ¿y para ti?
     
  3. “Madrugar por Él”. El Señor es el motivo de sus madrugadas. María Magdalena sale impulsada por el fuego del corazón. Y cuántas cosas nos enseña sobre la riqueza de estas madrugadas. El Señor no se desentiende de su despertar apresurado; lo corresponde de una manera especial. Es en la madrugada donde se entablan las grandes conversaciones. ¿A qué hora te levantas y por quién lo haces?
     
  4. “Llorar por Jesús”. Las lágrimas de María Magdalena, como diría santa Catalina de Siena, son lágrimas de fuego. Porque en ella gime el Espíritu Santo. Son lágrimas que tienen gran mérito ante Dios. Cada lágrima por el Señor santifica. Son lágrimas bienaventuradas. Magdalena nos enseña a darle valor a nuestras lágrimas; a no llorar por caprichos ni malcriadeces. Sino, llorar con sentido, por Él, y por las cosas que Jesús también lloró. ¿Por qué lloras tú, por quién, con quién?
     
  5. “Encontrarse con Él”. No puede haber apóstol sin encuentro con Jesús resucitado. Sin el encuentro el alma languidece. Este encuentro es la fuente, el agua que sacia la sed. Es el sentido de las madrugadas. Son la satisfacción de las lágrimas. Ahí, en la intimidad, a solas, se intercambian los nombres. Se marca la experiencia. Madura la fe. Se refuerzan las convicciones. Ella buscó el encuentro; Él ya la estaba esperando. ¿Tú, has dejado al Señor esperando alguna vez?
     
  6. “Anunciar a Jesús”. Es imposible que suceda lo descrito anteriormente y reservarse la experiencia. Nace el anuncio obediente, sin ninguna vanidad. Donde se ama no hay vanidad, sino humildad y prudencia. Lo importante es que el Señor vive y que no existen motivos para dispersarse ni estar triste. Con el anuncio y la Eucaristía permanece Cristo, en nosotros, vivo para siempre. ¿Con tu vida y tu testimonio, qué vas anunciando?
     
    Santa María Magdalena, ruega por nosotros.