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INTERCEDER POR UN HERMANO

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EVANGELIO DE HOY: 29/7/23 (Mt 13,44-52).

Hoy celebramos la fiesta de los santos Marta, María y Lázaro, los amigos de Jesús. Vamos a detenernos, esta vez, en el detalle de la intercesión de Marta ante el Señor, por su hermano. En un primer momento, dicha intercesión no se vislumbra; más bien, parece una queja: “… si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano”. Sin embargo, ella le reitera: “Sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá”. Con esas palabras, Marta ha mostrado su fe y su confianza. De hecho, ni siquiera esperó a que Jesús entrara en su casa, sino que salió a su encuentro.
 
Marta se quedó corta y pequeña ante la obra que Jesús podía hacer por su hermano. Sin embargo, se dispuso al horizonte abierto ante el Señor. “Lo que pidas…”; prefirió que sea Jesús quien formule la petición al Padre. Ella puso el papel, el Señor la tinta. Es un gesto de confianza plena. La confianza que se tiene con el amigo. Pero al mismo tiempo, el abandono en la providencia de quien es el Mesías, como le llama y le reconoce.
 
“Tu hermano resucitará”, le dijo Jesús. Pero aún ella quedó en la orilla de la fe. El Señor la fue preparando pedagógicamente para que no le espantara su grandeza. Él es así, nos va adentrando poco a poco, para no ahogarnos en su océano, pues no sabemos nadar ante tanta gracia. Ella pensó que resucitaría al final de los tiempos. No se dio cuenta que estaba ante quien era la resurrección; quien podía darle a su hermano un nuevo tiempo de vida.
 
En cada familia, en cada comunidad cristiana, tenemos un “Lázaro” que por diversas razones, están como muertos, en el sepulcro, en la oscuridad. Son muchos los hermanos que parecen no tener remedio, perdidos, desorientados… El relato de hoy, nos invita a salir al encuentro del Señor. Se hace necesario creer para que acontezca el milagro.
 
Ojalá tengamos la confianza de Marta y el abandono de María. Aunque nuestra fe sea imperfecta tenemos la oportunidad de desahogarnos con el Señor; y dejarnos conducir por Él. Que también nosotros pongamos el papel y Él la tinta.
 
Señor, como el salmista, quiero bendecirte en todo momento. Que tu alabanza esté siempre en mi boca. Que mi alma se gloríe en ti. Porque cuando te busco y te consulto, tú, Señor, me libras de todas mis ansias. Te contemplo y no quedo avergonzado. Tú presencia acampa en torno a mí. Con toda la comunidad, gustamos y vemos qué bueno eres Señor. Gracias por devolvernos con vida a los hermanos.

Preguntas:
 
1. ¿Cómo se llama el hermano que tengo en el sepulcro existencial?
 

  1. ¿He experimentado ese sepulcro en vida?
     
    3. Cuando intercedo por el hermano: ¿pongo la página y dejo que el Señor escriba?