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Homilía San Agustín de Hipona, Obispo, Doctor y Padre de la Iglesia 28/8/23

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Evangelio Mt 23, 8-12

Todos podemos, según nuestros criterios particularistas, justificar a Agustín. Él quiso disfrutar de lo mejor de la vida en relación con lo placentero y la fama. Pero, nosotros y él estuvimos equivocados.

Nació con más de lo necesario. No tuvo que trabajar desde temprana edad. Poseedor de tantas capacidades y talentos, por encima de la media. Ninguna religión satisfacía su erudición. Los líderes de las mismas y los funcionarios del imperio le resultaban poco preparados, sin convicciones, simples administradores de masas. Era esto cierto, pero en lugar de esforzarse en llevar la fiesta en paz y trabajar honradamente, quiso Agustín aprovecharse de todos ellos, y escalar puestos de influencia por doquier que se movía, vivir más allá del bien y del mal, sin responsabilidad alguna familiar, religiosa y social.

Su inmensa capacidad de retórica y su gran acervo filosófico la puso al servicio del mejor postor para él disfrutar de los placeres del momento y de forma continua. Pero, llegó a su vida la gran lección: el que se enaltece será humillado.

Se estrelló contra la realidad. Estamos los que preferimos su cambio de vida hacia la sacramentalidad eclesial, situarle en el momento en que Agustín se da cuenta de que estuvo a punto de aniquilar a su madre Santa Mónica junto con el Obispo y la feligresía de la Iglesia de Milán, al apoyar las acciones violentas de la Emperatriz y su gobierno arriano.

Otros prefieren de forma más catequética referir su choque existencial: y San Pablo le ayuda a descubrirlo con la meditación de la Carta a los Romanos. Perderá a su madre, a su hijo, a su mejor amigo, y saturado de todo aquel mundo en que buscaba la felicidad, adopta la vida de monje y pone todo su ser al servicio de la Iglesia.

¡San Agustín, enséñanos a humillarnos más y más, y así el Reino de nuestro Dios, que no es comida ni bebida, sino los frutos del Espíritu Santo del recibir los Sacramentos como Cuerpo de Cristo! Nos comprometemos ahora con Santa Mónica y su Hijo, el Doctor de la Gracia, a construir la Ciudad de Dios!.

En Jesús, José y María, Manuel, Presbítero, Evangelizar según el Magisterio, Evangelizar