Vie. Jul 26th, 2024

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“QUE TU GRACIA SEA MI BELLEZA”.

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EVANGELIO DE HOY: 28/8/23 (Mt 23,13-22).

Hoy, día de san Agustín de Hipona (354-430), comenzamos la meditación con una de sus frases: “Cuando el amor crece dentro de ti, la belleza también lo hace. Porque el amor es la belleza del alma”. ¿Qué acontece en el interior de una persona cuando el amor no crece? Si el amor embellece, entonces la ausencia de este nos trae la fealdad. En este sentido, Jesús denuncia la fealdad de los fariseos:
 
La hipocresía, que es el acto de fingir, de expresar lo contrario al sentimiento. Es lo opuesto a la autenticidad. Poco a poco, con la gracia de Dios, usted puede salir y vencer la hipocresía con la verdad y la honestidad. Uno tiene que ejercitarse haciendo lo contrario al vicio. En la medida en que vamos eliminando el parásito de la hipocresía, permitimos que la raíz del amor se vaya robusteciendo en nuestro interior.
 
El Señor confronta a los fariseos porque no entran al Reino ni dejan entrar a los otros. Cuando vamos por la vida siendo piedra de tropiezo nos aumenta la fealdad. La malicia interior nos daña el rostro. No se puede ocultar la malicia, por más que alguien se esfuerce en hacerlo. Se va corrigiendo dicha tendencia, siendo tolerantes con lo bueno, abriendo puertas para todos los que quieran tomarse a Dios en serio. Dar oportunidades, por amor a Dios y a los demás nos hace hermosos.
 
Jesús corrige la mala instrucción de los fariseos, pues hacen perder a quienes la reciben. Les llama “guías ciegos y necios”; nosotros también caemos en esto cuando orientamos sin saber distinguir lo bueno de lo malo, cuando no medimos las consecuencias de nuestras enseñanzas. Instruir para el beneficio personal nos hace feos. Cuando nos acercamos a la Luz de Cristo recuperamos la visión. Dejar el camino de las tinieblas y consolidar nuestros pasos con la luminosidad del evangelio nos embellece el alma. El Espíritu no se aleja del alma que sabe permanecer bonita para Dios y, en dicho esplendor, acompañar a los hermanos.   
 
Señor: en esta sociedad que nos ha vendido un modelo o patrón de belleza, hoy nos hemos detenido a meditar en torno a la belleza que nace del amor. Que tu evangelio sea, Señor, nuestro salón de belleza. Tu Palabra nos recorta lo necesario, nos da el color de tu gracia. Nos añade las gotas del perdón y la misericordia. Nadie puede vestirnos con más esplendor que tu presencia. ¿Qué hacemos con desear estar radiantes externamente, si el Espíritu que habita dentro no tolera la fealdad del alma? Queremos, Señor, estar hermosos para ti. Que nuestro corazón sea tu recreo; y que en él, por la belleza, quieran siempre entrar los hermanos.
 
1. ¿Cómo está mi corazón, en este momento: feo, bonito; saliendo de la fealdad a la hermosura? 
2. ¿Cómo colaborar para que la gracia embellezca mi alma? 
3. ¿He descubierto la belleza detrás de la cáscara de la apariencia? 
4. ¿Siendo Jesucristo el más Bello, quiénes serían en Él, los bellos? 
5. ¿Cuáles hierbas debo arrancar de mi jardín interior para mantener la hermosura que al Señor le agrada? 
6. ¿Cómo estoy amando? El amor, en mí, ¿ha quedado estático o está en crecimiento?