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EL MARTIRIO COTIDIANO.

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LECTURAS DE HOY: 29/8/23 (Jr 1,17-19; Sal 70; Mc 6,17-29).

Hoy celebramos el martirio de San Juan Bautista. A primera impresión, usted pudiera considerar que la palabra “martirio” está distante de su realidad, o que se refiere, exclusivamente, a personas de extraordinario valor, que dieron testimonio de la verdad, hasta soportar la muerte de sangre, por fidelidad al Señor. Sin negar esta certeza, y a la luz de las lecturas, vamos a reflexionar cómo, en el día a día, basta con tomarse a Dios en serio, para vivir la espiritualidad del martirio.
 
El martirio de Juan nace con la verdad, por ser persona de una sola palabra. Una palabra que no se apoyaba en él mismo, sino que tuvo como referencia los mandatos de Dios: “…no era lícito a Herodes tener la mujer de su hermano”. Nuestro martirio también comienza con la honestidad del corazón, con el esfuerzo de permanecer en la verdad. Cuando usted une el sentir del interior con las palabras de sus labios, comienza el martirio. Pero solo llega a ser válido cuando sus expresiones o su postura vienen con el esplendor y la caridad de Cristo.
 
Vivimos el martirio cotidiano renunciando a los privilegios que buscan aguar la fe. Si Juan hubiese sido un falso profeta, estuviese presente en el salón de fiesta de Herodes. Sin embargo, estuvo en prisión, a pesar de ser hombre reconocido, por el mismo rey, como honrado, santo, quien lo desconcertaba con sus sabias palabras. Al salón de fiesta, solo iría la cabeza de Juan.
 
Nosotros también vamos dejando la cabeza cotidianamente cuando somos fieles a las convicciones que nos inspira el Señor; somos, entonces, los tercos de Dios. No aceptamos ni admitimos consejos que nos desvíen de aquello que el Señor ha dicho. El martirio se intensifica cuando nos abrazamos a la verdad manifestada al corazón y sostenida por la comunión de la Iglesia.
 
No se comprende la espiritualidad del martirio sin la referencia al sacrificio, el cual ha de hundir sus raíces en el sacrificio de Cristo. Sin embargo, “sacrificio”, hoy en día, es una palabra en desuso. Hace alusión a la abnegación de sí, a ceder, a tolerar, a renunciar para que otros lleguen primero al buen fin. La vocación del mártir no busca nada para sí. Vive para Cristo; por eso, en Cristo, encuentra su fortaleza. Si usted toma a Dios en serio, puede tener certeza de que Dios es más serio que usted. No bromea con el auxilio de los mártires.
 
Por eso, las palabras del Señor a Jeremías y a todos los que se dispongan a servirle con sinceridad: “Ponte en pie… No tengas miedo… Yo te convierto hoy en plaza fuerte… Yo estoy contigo para librarte”. Con el salmista nos abandonamos a la confianza en nuestro Señor y le decimos: “A ti, Señor, me acojo… Sé tú mi roca de refugio… Tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza desde mi juventud… en el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno tú me sostenías”.
 
1. ¿Por qué los mártires tienen visión de futuro? ¿Qué entiendo por dicha visión? ¿Me considero una persona de visión?  
2. ¿Qué significa para mí “dejar la sangre” en el día a día? ¿Mis sacrificios dejan frutos; cómo alimentan a los demás? ¿Cómo sé si mi entrega es fecunda? 
3. ¿Por qué el Espíritu Santo es íntimo amigo de los mártires? 
4.  ¿Se puede ser mártir y feliz? ¿Qué testimonio nos dan los santos mártires?