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VIRGEN MARÍA: PRESERVADA PARA DIOS

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LECTURAS DE HOY: 8/9/23 (Mq 5,1-4; Sal 12; Mt 1,1-16. 18-23)

Hoy celebramos el nacimiento de la Virgen María. Uno de los tres nacimientos que la Iglesia recuerda, como el de Jesús y el de San Juan Bautista. María fue preservada para ser “casa” de acogida para el Hijo de Dios. Escogida y distinguida para dar el sí que cambió la historia. En una niñita que nacía se guardaba el misterio de amor más profundo de todos los tiempos. Nadie sospecharía que los ojos del Señor estaban puestos en ella de tal manera. Ese Magníficat, que un día cantara, ya se gestaba sin que lo supiera.
 
Dios, sin prisa, se fue haciendo grande en María, al ritmo de ella. La grandeza de Dios comienza con su opción por lo pequeño. Es el Dios que sabe esperar. La espera que gesta esperanza para la humanidad. Él no invade los espacios. Aguardó hasta que la pequeña creciera, y alcanzara edad suficiente para hacerse responsable de la obra. Muchos caminos fueron recorridos, hasta que el sueño de Dios tuvo su momento.
 
El nacimiento de la Virgen María nos hace pensar en el nuestro. ¿Para qué te ha preservado Dios? Él tiene para ti y para mí un proyecto de santidad. Como María, hemos de descubrirlo en el silencio de la oración y la contemplación; en medio de las circunstancias más diversas donde nos movemos y laboramos. Allí, en dinamismo externo y recogimiento interior, Dios sigue preservando su propósito para nuestras vidas.
 
¿Qué has hecho con los “cambios de luces” que te ha dado el corazón? ¿Qué has hecho con las señales de alerta? Dios te manda, como a María, mensajeros cotidianos que te introducen en su voluntad para ti. Como a María, no importa que te reconfiguren los planes. Dios los desbarata y los compone de manera indescriptible.
 
Las páginas del evangelio nos muestran a María, no preocupada por lo que piense José, ni lo que diga la gente, sino atenta a lo que le instruyen de parte de Dios, para no equivocarse, para no fallarle.
 
Digamos juntos, con el salmista: Señor, desbordo de gozo contigo. Me has preservado para ti y, como María, y con ella, quiero preparar la casa de mi corazón para estar contigo. Aunque hayan pasado años para tomar esta conciencia, yo confío en tu misericordia. Cantaré eternamente a tu nombre, por todo el bien que me has hecho.
 
1. ¿Qué me cuentan de mi nacimiento?
 
2. ¿Has intentado hacer algo con tu vida y nunca se te da? ¿Por qué pasará eso, a la luz de la fe? ¿Vas a seguir insistiendo? ¿Te vas a preguntar: Señor, qué quieres para mí?
 
3. La tradición dice que los padres de la Virgen María se llamaban Joaquín y Ana. Los padres de hoy ¿están educando a sus hijos e hijas según la voluntad de Dios? ¿Qué esperan los padres de los hijos y las hijas? ¿Lo preparan para la carrera profesional? ¿Y, además de dicha carrera, lo preparan para ser santos? ¿Lo ayudan a que tengan en sus corazones el sí de María?
 

¡La santidad es el rostro más bello de la Iglesia!