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TE QUIERE TIERRA BUENA

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EVANGELIO DE HOY: 23/9/23 (Lc 8,4-15).

Muchas veces hemos escuchado la parábola del sembrador. Te invito a que la medites como si fuese la primera vez. El Señor sale a tu encuentro. Él es el sembrador que sale, y su Palabra es la semilla. Tú eres el terreno. ¿Cómo encuentra esa semilla tu tierra? ¿Dónde le permites caer? ¿Hasta dónde le dejas que se introduzca y se afiance en ti?
 
Tú mismo puedes tener, ante la Palabra, la actitud de ser “borde de camino”. Eres borde cuando limitas al Señor a tus orillas. No le dejas entrar. Cuando te descuidas y expones la vocación al peligro, a la intemperie. Si no te abres interiormente para que el Señor haga asiento en tu fondo existencial, eres como un margen. Al margen toda basura llega. Cualquier viento remueve. Les da acceso a los ladrones de la fe, quienes terminan robando la Palabra, con el único interés de dejarla secar.
 
Otra actitud que puedes presentar ante la Palabra es ser “terreno pedregoso”. Esto es, tener un corazón que, aparentemente acoge, se alegra en el Señor, pero de manera superficial. La experiencia con Él no te ha movido a la conversión del corazón. Al presentar piedras en vez de tierra, la Palabra no echa raíces. No puede sostenerse. Sin raíz, tu vida queda a merced del viento y las tormentas. Quien no tiene raíz no sabe conservar la memoria, que le da estabilidad en los tiempos difíciles.
 
También está la postura de “los espinos”. Eres como un espino ante la Palabra cuando tienes muchos frentes abiertos, que te dispersan. No sabes ordenar tu vida y tanta disgregación termina ahogando esa Palabra que necesitaba reposo y aire fresco. Los espinos más peligrosos son aquellos que van creciendo de manera sutil, y hasta con buena apariencia, pero poco a poco van absorbiendo el oxígeno necesario para que la Palabra crezca y se desarrolle.
 
El Señor te dice, hoy, «te quiero tierra buena». Eres tierra buena cuando acoges con honestidad espiritual la Palabra de vida y salvación. La rumias, la gustas, la vives, la haces tuya, le das centro y prioridad. Te introduces en ella y ella en ti. Renuevas la vida mediante sus preceptos. Eres tierra buena cuando la Palabra encuentra casa en ti, la custodias y perseveras en esta alianza de amor. Cuando la Palabra permanece en ti, tu tierra se torna fecunda. Te conviertes en tierra de peregrinos. Muchos van a comer de los frutos de tu parcela, con sabor a santidad.
 
A esta altura del mes de septiembre, mes dedicado a la Palabra de Dios, nos preguntamos:
 
1. ¿Cuál actitud tengo ante la Palabra del Señor?
2. ¿Cuál de esos terrenos prevalece en mí?
3. ¿Me estoy esforzando por ser tierra buena?

 
San Pío de Pietrelcina, ruega por nosotros.