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APRENDE A SENTARTE CON JESÚS

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EVANGELIO DE HOY: 10/10/23 (Lc 10,38-42).

El pasaje de hoy nos habla de Marta y María, las dos hermanas que muchas veces son identificadas, en los comentarios bíblicos, como modelo de vida que integra la contemplación (María) y la acción (Marta). Pero también el texto nos hace meditar en otra perspectiva:
 
Algunas traducciones de la Biblia evidencian, con mayor precisión, que Jesús iba de camino con los demás discípulos, cuando decidió entrar, Él solo, en la casa de estas hermanas. Es un detalle importante; nos hace pensar que se trata de una visita breve, porque lo estarían esperando.
 
Dice el relato que Él entró en la casa de una mujer llamada Marta. Era la mayor. Tenía, en su actitud y su pensamiento, toda la tradición cultural de su época. Posiblemente, cuando Marta recibe la visita inesperada, se puso en movimiento para recibir al amigo, y quizás llevarle algún refrigerio al grupo que andaba ahí fuera, con Jesús; los que tal vez pedían favores, como es normal cuando se hacen esas paradas en la misión.
 
María, la más joven, estaba abierta a la novedad de Jesús; quizás, no por la edad, sino por la disposición interior. Para ella, la casa estaba abierta, las cosas disponibles y permanentes, pero Jesús iba de paso. Ella quería tomar ese sorbo sapiencial sin movimiento. Supo sentarse a los pies del Señor; y desde ahí recibir las enseñanzas. Trae la imagen de una vasija que se coloca más debajo de la fuente, para recibir el agua que corre. María no abrió la boca, sí el corazón. Hubo silencio profundo cuando el Maestro hablaba. Echó raíces de mujer creyente. Se dejó formar como discípula, porque este es el resultado de quien escucha la Palabra, la medita, y la vive.
 
Marta no daba abasto, reventó; por fin paró un momento, sólo para reclamar: – “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio…?”. No le reclamó a la hermana, sino al Señor. Como queriendo que Jesús la ponga en su puesto. ¿Recuerdan cuando, con la muerte de Lázaro, Marta también salió a reclamar a Jesús, mientras María se quedó en silencio, dentro de casa? Es un detalle que nos dice que, quien sabe sentarse con Jesús, no cae en desesperación ante las diversas pruebas de la vida.
 
La hermana mayor no esperaba lo que sucedió. El llamado de atención, que hizo Jesús, fue para ella misma: “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y no se la quitarán”.
 
Señor, tú sabes que me afano por las cosas de tu Reino, pero con frecuencia me olvido de estar contigo, que eres el Rey. Tú, que trabajaste como nadie por la extensión del Reino, supiste pararte largas horas con el Padre. Que seas, tú, Señor, mi modelo de oración y misión. Si me siento contigo, garantizo, que nos vayamos juntos, porque tú Palabra y tu presencia llenan mi ser. Tú eres, Jesús, la parte que nadie podrá quitarme.
 
Y tú, ¿por qué te estás afanando? ¿A qué horas te acuestas haciendo cosas? ¿Por qué los trabajos nunca terminan? ¿Para cuándo estás dejando la sentada con Jesús? ¿Por qué, quien se sienta con Jesús, garantiza ser contemplativo en la misión?