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¿EN QUÉ ESTOY CONVIRTIENDO MI CASA?

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EVANGELIO DE HOY: 24/11/23 (Lc 19,45-48).

Señor, en aquel tiempo entraste al templo de Jerusalén. Un santuario construido para la oración, para la acogida y la convivencia de todos los hermanos y hermanas; para la instrucción en la fe y el encuentro con Dios. Sin embargo, cuando llegaste a él, encontraste lo contrario. En vez de oración había comercio, la relación interpersonal estaba marcada por intereses, la formación manipulada. Ignorando a Dios, intentaban, con las actitudes, despojarlo hasta de su propio recinto y proyecto de salvación. Por eso dijiste: “Mi casa es casa de oración; pero ustedes la han convertido en una cueva de bandidos”.

Me pregunto, Señor, en qué voy convirtiendo mi vida, que es santuario del Espíritu Santo. Te pido que entres en él, que camines por mi interior y que observes mi realidad. Ayúdame a identificar las cosas que no te agradan y que se distancian de tu voluntad para mí.

Comienza, Jesús, por mis pensamientos. Escudriña mi manera de pensar, de interpretar los hechos. Juzga lo que persigo, lo que busco. Considera si los intereses que tengo son afines con los tuyos. Ten en cuenta hasta lo que imagino, hacia dónde me lleva el ingenio, qué persigo con lo que sueño despierta.

Observa el fondo desde donde brotan mis reacciones. Sana mi pozo por completo, Señor. Toca mi agua con tu mano y hazla potable en el Espíritu. Comienza a echar mediocridades sin pedir permiso.

Señor, no quiero hacer de mi vida una cueva oscura, de esas que levantan sospecha y miedo, llenas de telarañas por los rincones. De una cueva nadie sabe lo que saldrá. No quiero ahuyentar a las personas o que se acerquen con temor y desconfianza.

Gracias, porque todos los días me sigues enseñando. Repíteme las cosas muchas veces hasta que hagan nido en mi corazón y me convierta. Aquí estoy, Señor, como el pueblo fiel, pendiente de tus labios. Porque en lo que yo me convierta, en eso mismo convertiré la familia, la Iglesia, la sociedad.

Si hablo sinceramente contigo, como dos amigos íntimos, es porque deseo, de corazón, recuperar mi casa, que es la tuya; una casa que se mantenga abierta y ventilada, con los aires de fe, oración y caridad. Tu sola presencia habla de esperanza. El saber que estás me inspira comenzar de nuevo.

Que este corazón, el único que tengo, sea por siempre la casa del Señor. Que esta sea barrida, cada día, por la Palabra. Deseo ser, junto a los hermanos y hermanas, casa misión por tu Reino.

  1. ¿Qué llevas contigo: una casa o una cueva?
  2. ¿Cómo una casa llega a ser cueva?
  3. ¿Cómo se transforma una cueva en casa?