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CONFIANZA EN MEDIO DE PERSECUCIONES

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EVANGELIO DE HOY: 29/11/23 (Lc 21,12-19).

Jesús habla a sus discípulos con realismo. Les deja saber dos categorías de persecuciones a ser sufridas por haber abrazado su causa. Primero les dice de una persecución externa: donde serán llevados a las cárceles, teniendo que comparecer ante reyes y gobernadores. Da la impresión que solo de esta manera los pobres y sencillos seguidores de Jesús tienen ocasión de llegar a esos niveles altos de la sociedad. Entonces, en esa coyuntura, el Señor les exhorta a que “tendrán ocasión de dar testimonio de Él”.

La tarea del creyente, en medio del aprieto, es “testimoniar” y “no defenderse”. Porque la persona que, en este aspecto, se defiende a sí misma, se distrae de lo que realmente importa. El Señor pide que su discípulo y su discípula sean testigos. El tiempo que se demoraría en preparar su defensa, ha de ser empleado en promover el Reino, que es el mismo Jesús.

Cuando el discípulo no anda rebuscando palabras para justificarse, entonces el Señor se encarga de suplirlas. Él es la fuente que mana dentro del corazón que le ama sinceramente. Las palabras del discípulo son del mismo Señor, se las da, se las presta. No le deja en vergüenza ni en mudez. En medio de discursos maquinados, el discípulo habla con sencillez y sabiduría divina. Las palabras sabias son pacíficas y firmes, con la fuerza de un río que, por sus caudales, nadie puede hacerle frente.

Consideremos, siguiendo la secuencia del pasaje, que los discípulos, por la asistencia del Espíritu, pudieron vencer, temporalmente, la persecución externa. Pero le sigue la más compleja y la más permanente, la persecución interna. Es la más peligrosa, porque es discreta, sutil y constante. Esta es provocada por las personas que se tienen cerca, algunas veces la propia familia, los amigos, los hermanos de la comunidad, los compañeros de servicio y de trabajo. El Señor les advierte, con una frase dura: “todos les odiarán por causa mía”.

Puede comprenderse que, cuando se sigue la voz del corazón, donde el Señor habla, ni tú ni yo, podemos estar pendientes de que nos acepten, nos acojan, y nos aplaudan. Jesús nos propone que en Él se busque todo el amor, el respaldo necesario para no estar mendigando aprobaciones. Esto exige de cada uno un estómago espiritual para perseverar fielmente.

Señor: que no ande preparando mi propia defensa. Que pueda preparar la misión que me has confiado. Solo me toca amar, servir y seguir confiando. En medio del rechazo y las humillaciones que pueda experimentar, que me siga abrazando tu amor. No tengo temor al fracaso cuando eres tú quien va conmigo. Dame la gracia de la perseverancia para seguirte en comunidad de hermanos y hermanas.

  1. ¿Estás experimentando alguna persecución?
  2. ¿Eres tú quien está persiguiendo a alguien?
  3. ¿Estás empleando tiempo para justificarte ante los demás?
  4. ¿Estás preparándote, en el Señor, para actuar amorosamente con aquellos que te rechazan?