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ALEGRÍA EN EL ESPÍRITU

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EVANGELIO DE HOY: 05/12/23 (Lc 10,21-24).

Este primer martes de Adviento, Jesús te abre su corazón para que contemples el fundamento de su alegría. A su vez, te muestra los motivos que tienes para alegrarte también. El gozo de Jesús no se encierra dentro de Él, sino que se exterioriza y se comparte. Le pone nombre al júbilo interior y lo comunica al Padre, como acción de gracias; hace partícipe a sus discípulos, a todos nosotros. Nos enseña a detenernos para agradecer.

“Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien”. El Señor te deja saber que estás llamado a abrazar una vida sencilla, austera, humilde, pobre. No quiere que estés lleno de ti mismo ni de tus propios saberes o teneres. Porque Él se complace en revelar sus secretos a quienes interiormente están desocupados, desapropiados y dispuestos para recibir la gracia. Jesús se alegra profundamente por todo lo que el Padre le ha entregado. Pero su regocijo es pleno cuando Él se encuentra contigo para compartir todas esas cosas, las que te llevan al corazón mismo de Dios.

El pasaje del evangelio muestra dos momentos. El primero, cuando está dirigiéndose directamente al Padre; y el segundo, cuando mira a sus discípulos y les dice: “¡Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven!”. ¿Y qué ven? Ellos ven al mismo Jesús y las obras del Reino. Se han encontrado con el Mesías prometido. La dicha no se limita porque pueden verlo, sino porque pueden escuchar lo que otros desearon sin poder. ¿Qué escuchan? Al mismo Señor, su Palabra y, además de escucharla, la hacen vida.

En cada Adviento, se te invita a renovar la dicha y la alegría que vivieron esos sencillos seguidores de Jesús. Él quiere que tú le descubras en tu interior, en tus hermanos y hermanas, en los signos del Reino en medio de las encrucijadas de la realidad. Desea que le escuches y que le des valor e importancia a cada palabra que te dirige. El Señor te invita a que seas integrante de esa comunidad bienaventurada, la que ha escogido la mejor parte.

Señor, a la luz del profeta Isaías, me comprometo a ir haciendo vida esas transformaciones que trae tu presencia entre nosotros. Necesitamos aprender a convivir pacíficamente en torno a tu Palabra; en una sociedad donde no tengamos desconfianza ni temor unos de otros. Deseo, Señor, en este tiempo y siempre, cooperar contigo para que florezca la justicia y la paz, en este momento de la historia. Que tu Reino, Señor, sea mi alegría.

  1. ¿Cuáles son los motivos de tu alegría?
  2. Tu alegría ¿refleja ser fruto del Espíritu Santo?
  3. ¿Consideras que llevas una vida sencilla? ¿Qué debes podar en ti, en este Adviento, para alcanzar la sencillez de vida?
  4. ¿Sientes la dicha de haber encontrado el camino que lleva a la santidad?
  5. ¿Qué vas haciendo para que, a tu paso, florezca la justicia y la paz del Señor?