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LA MADRE NOS QUIERE LIMPIOS

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LECTURAS DE HOY: 8/12/23 (Gn 3,9-15.20; Sal 97; Ef 1,3-6.11-12; Lc 1,26-38).

En este día celebramos la Inmaculada Concepción de María; una verdad de fe, proclamada por el papa Pío IX en 1854, la cual sostiene que: “la Virgen María fue preservada, por especial gracia y privilegio de Dios omnipotente, en previsión de los méritos de Jesucristo Salvador del género humano, inmune de toda mancha de pecado original, desde el primer instante de su concepción”.

La primera lectura del Génesis nos muestra el rostro del pecado y lo que este provoca en la persona. Adán se esconde de Dios. Le avergüenza estar en su presencia. Dios lo llama, lo busca, pero él se aleja. No se establece el diálogo cuando el Señor habla; su voz no tiene acogida. Se percibe desnudo, o sea, no tiene como ocultar lo que es ante la santidad de Dios. El pecado acompleja, crea remordimiento.

Eva, por su parte, nos muestra que caer en pecado, es aceptar la tentación, acogerla; y luego experimentar la confrontación de la conciencia: “¿Qué es lo que has hecho?”. El pecado te hace defraudar la confianza que Dios ha depositado. Es ahí cuando cae en cuenta de que ha sido engañada. Se desenmascara al autor de toda malicia, el demonio que, en la imagen de la serpiente, se complace en seducir a los que Dios ha creado. Y para hacerlo, usa estrategias como presentar una propuesta atrayente, vistosa, apetitiva, para que la persona caiga y luego burlarse de ella.

Sin embargo, el plan de Dios no se detiene, Él persiste en recuperarnos porque nos ama. Nos recuerda san Pablo que Dios nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor.

Para llevar a término su plan salvífico, el Señor preservó sin mancha la casa por donde llegaría su Hijo al mundo. María es esa casa hermosa, bonita, limpia que el Señor preparó desde siempre. Las palabras neurálgicas del ángel Gabriel nos explica cómo acontecieron las cosas: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios”. El Espíritu, desde siempre, fue preparando a la Virgen, y en el momento especial de la Anunciación, con el Sí de María, se comienzan a vivir los nuevos tiempos, la nueva Alianza de amor y santidad.

Lo grandioso de esta Madre es que no se conforma con estar ella inmaculada, sino que desea que, en su Hijo Jesús, todos nosotros también seamos santos y vivamos llenos de gracia.

Dios bueno, con el salmista te cantamos y te bendecimos, porque al preservar a la Virgen María, te has acordado de tu misericordia en favor nuestro. Gracias, Señor, por abrirnos las puertas de tu santidad. Gracias por una Madre que se dispone a bañarnos con mucho cariño y dedicación. Ella no se escandaliza del barro con el cual llegamos. Su felicidad y su contento es meternos bajo la llave de la misericordia y empaparnos de amor de pies a cabeza, para que seamos merecedores, por los méritos de Cristo, de servir al Señor en santidad y justicia. Gracias Madre, por enseñarnos lo bien que se siente bañarse con frecuencia.

  1. ¿Te dejas bañar en el Sacramento de la Penitencia con el agua de la Misericordia?
  2. ¿Es la Virgen, tu compañera en la oración; tu madre, tu guía espiritual?
  3. ¿Te preocupas, como la Virgen María, de que todos vivamos reconciliados?