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SEGUIMOS EN FIESTA: LA FIESTA DEL MARTIRIO.

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MEDITACIÓN DE LAS LECTURAS DE HOY: 26/12/23
(Hch 6,8-10; 7,54-60; Sal 30; Mt 10,17-22).

Apenas estábamos celebrando y festejando la Navidad y, al día siguiente, caímos de forma repentina en el martirio de Esteban. Pero este martirio no significa el término del festín, sino otra dimensión del mismo con los ojos de la fe. Ese Niño Dios no se queda pequeño, sino que se hace adulto y, la vida en Cristo, implica la fiesta de un nuevo nacimiento, una nueva manera de estar y vivir en la tierra, con una visión puesta en el cielo, en lo eterno y trascendente. Esta vocación de vivir en Cristo implica la fiesta del martirio. ¿Por qué es fiesta el martirio?

Porque “el martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe; que llega hasta la muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad… Soporta la muerte mediante un acto de fortaleza” (Catecismo 2473). ¿Por qué la soporta? El mártir no se acobarda porque va a morir o porque se consume por Cristo, sino que festeja que podrá unirse a Él de manera más profunda y plena.

El mártir está lleno de gracia y de poder. Es el poder del Espíritu Santo. No resulta extraño que su persona y su mensaje sean totalmente desaprobados y rechazados, por quienes prefieren una fe licuada y adaptada a las modernidades superfluas.

Esteban, sin armas humanas, contaba con una fuerza trascendente a la que nadie pudo hacer frente; de ahí que terminaron no solo odiándolo, sino apedreándolo con rabia. Sin embargo, lo extraordinario de esta vocación, es que el mártir, lleno del Espíritu, no admite el rencor ni la venganza. Contrariamente, pide el perdón para sus contrarios.

Tú podrías pensar que sólo se es mártir cuando corre la sangre físicamente. Hay otra manera de celebrar el correr de la sangre. Cuando intentas ser coherente con lo que piensa, lo que hace, y lo que dice. Cuando te tomas en serio al Señor comienza el martirio, la persecución y la soledad. Estas dimensiones, en la conciencia despierta, se convierten en fiesta, porque si acontecen verdaderamente es porque estás reuniendo el perfil de los mártires.

Jesús lo advierte a sus apóstoles. Les dice que los van a entregar en manos socialmente poderosas. Sin esta traición o rechazo, no hay manera de comenzar la fiesta, porque es ocasión de testimoniar a Cristo, con la fuerza y la sabiduría del Espíritu Santo.

Nadie anda buscando que lo maten de manera masoquista. El martirio nace cuando nada te devuelve a fin de que la Verdad del Señor siga su cauce y se haga vida, cuando no te economizas los segundos de la existencia para dar gloria a Dios, que todos le conozcan y se conviertan. ¿Por qué huirle a la fiesta del martirio, si ella te lleva al banquete eterno?

Señor: como lo hizo Esteban, quiero caer de rodillas ante ti. Te entrego mis miedos y cobardías. Deseo vaciarme de mis miserias para darle acogida digna al Santo Espíritu. Que sea Él quien ponga palabras en mis labios. No quiero defenderme a mí, sino a tu causa. Que en tu misericordia, Señor, encuentre mi gozo y mi alegría. Tomo prestada la frase del salmista para decirte: “en tus manos encomiendo mi espíritu”.

Pregúntate en tu interior:

  1. ¿Has contemplado la dimensión festiva del martirio?
  2. ¿Tú has pretendido un seguimiento de Jesús sin sacrificio?
  3. ¿Por qué la comodidad y el martirio son polos opuestos?
  4. ¿Estás dejando la sangre en la tarea encomendada a tus cuidados?
  5. ¿Por qué cuando te economizas la vida te vuelves mediocre?
  6. ¿Qué prefieres, agradar a los influyentes que te rodean o mantener feliz al Señor que te llamó y confió en ti?