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Los Gestos Litúrgicos.

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Se entiende por gestos litúrgicos los diversos ademanes o movimientos de determinadas partes del cuerpo, que deben ser realizados por los participantes en las acciones litúrgicas, con el fin de expresar con mayor viveza y eficacia sus disposiciones interiores y los efectos de la celebración.

Se distinguen de las actitudes litúrgicas en que éstas se refieren a posturas que afectan a la totalidad del cuerpo. La Liturgia es culto interno y externo de Dios; las acciones litúrgicas son actos a través de los cuales todo el hombre, cuerpo y alma, y no sólo su espíritu, da culto a Dios. La Liturgia es un lenguaje de Dios al hombre y del hombre a Dios, que utiliza por necesidad gestos exteriores, integrándolos armónicamente en el conjunto de los demás medios expresivos.

La razón teológica profunda de la importancia del gesto en la Liturgia y de su íntima unión con la palabra, hay que situarla en la realidad de las acciones litúrgicas como «acciones de Cristo», que participan de la manera de ser y de actuar de Cristo, Verbo eterno de Dios hecho carne. Cristo es el Sacramento primordial, ya que, «su humanidad, unida a la Persona del Verbo, fue instrumento de nuestra salvación».

El mismo Cristo acompañó su predicación con multitud de gestos, algunos de los cuales quedaron como prototipos de los gestos liturgicos de la Iglesia: «Al igual que todos los hombres, Jesucristo se expresó, tanto con el gesto como con la palabra… La Liturgia entera se resume en esta orden de Cristo a los Apóstoles: «Haced esto en memoria mía» (Lc 22,19).

Qué son los gestos litúrgicos ?

Los gestos litúrgicos esenciales son, por tanto, los que hicieron los Apóstoles rememorando los que habían visto hacer a su Maestro. Entre los gestos de Cristo, evocados por el Evangelio, hay unos que el Señor cumplió en cuanto a hombre para glorificar a su Padre y dar ejemplo a los hombres; y otros que cumplió en cuanto a Dios, alterando las leyes de la naturaleza, a fin de atraer la atención de los hombres, convertirles y darles la vida de Dios.

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Hay gestos liturgicos, pues, que tienen su origen en Cristo, especialmente los gestos sacramentales, los que pertenecen a la esencia de los sacramentos, que la Iglesia ha recibido de Cristo y que no pueden sustancialmente modificarse; a ellos, siempre que se hagan con las debidas palabras y con la intención de Cristo y de su Iglesia, está ligada la eficacia santificadora y cultual de los sacramentos.

La importancia del gestos liturgicos no debe hacer olvidar su valor relativo en muchos casos; como todo signo exterior, vale según valga la actitud interna y la exprese. Si pierde su valencia significante y toma una especie de valoración autónoma, fácilmente puede degenerar en rito vacío. Por eso la reforma litúrgica, promovida por el Conc. Vaticano II, busca que los gestos liturgicos., manteniendo su fijeza, sean lo más natural y auténticos posible, dentro de normas flexibles que aseguren su entronque con la tradición genuina y constituyan un elemento de comunión entre todas las comunidades cristianas (v. RúBRICA).

Es evidente que los gestos esenciales, sobre todo los que están entroncados con la tradición bíblica o con la voluntad de Cristo, no pueden cambiar, pero todo el rico conjunto de gestos secundarios, que orquestan el núcleo fundamental de las acciones litúrgicas, puede adaptarse a las costumbres de cada país y a la mentalidad de cada época, para que sean naturales y profundos.