«Dichoso el que teme al Señor”
3 min readCardenal Nicolás De Jesús López Rodríguez
XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario
a) Del libro de los Proverbios 31, 10-13.19-20.30-31.
El texto, es un poema en que se cantan las cualidades de la buena ama de casa. El libro de los Proverbios termina con este poema acróstico dedicado a la mujer hacendosa tal como era concebida por la sociedad oriental y judía de la época, dedicada totalmente a su hogar. No se concebía entonces que una mujer desempeñara trabajo o actividad alguna fuera de casa, ya que el trabajo era muy primitivo y porque esto se entendía como una deshonra para su marido.
Fray Luis de León dedicó a estos versos un hermoso comentario, titulado “La perfecta casada”. Como el resto de la literatura sapiencial, eminentemente pragmática, este poema considera al ama de casa como mujer laboriosa, buena administradora, emprendedora y hábil en los negocios en orden a acrecentar el patrimonio familiar.
b) De la primera carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 5, 1-6.
San Pablo anuncia a los conversos de Tesalónica que el momento de la llegada de Cristo como juez de vivos y muertos no lo sabe nadie, sólo Dios, por lo que, aunque ellos “son hijos de la luz”, deben estar preparados. Además, les exhorta a confiar en Dios, y al mismo tiempo, a estar alertas y preparados para cuando llegue el final. Insiste en que será algo repentino, pero la falta de certeza sobre el día y la hora no debe ser una preocupación para el cristiano, sino más bien un incentivo para mantenernos sobrios y despiertos, con las luces encendidas, como nos invitaba el Evangelio del pasado domingo.
c) Del Evangelio de San Mateo 25, 14-30.
La parábola de los talentos aborda la preparación necesaria para poder entrar en el Reino de Dios, y por supuesto, nos urge a la vigilancia productiva y a la laboriosidad solícita, de modo que al llegar el momento de la Segunda Venida de Cristo estemos preparados.
En la parábola, los dos primeros empleados presentan un balance positivo, han hecho rendir sus talentos al cien por cien, doblando la cuantiosa suma de su señor según su capacidad. Por eso reciben felicitación, confianza y premio: “Como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor” (vv. 21, 23). El tercer empleado enterró el talento que su amo le confió. Se ve que era el menos inteligente y el más incapaz, ante su señor quiere justificar su incapacidad, además evidencia un espíritu mezquino, pues para dar fuerza a su excusa de perezoso, culpa al amo. Es castigado a pesar de que devuelve intacto el talento que recibió porque se limitó a conservarlo. No hizo nada malo, pero tam poco nada bueno.
De esta parábola se desprende esta enseñanza: “Al que tiene se le dará, y le sobrará; pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene” (v. 29). Dios compensa la fidelidad creativa de quienes arriesgan su esfuerzo en servirle a Él y a los hermanos. Simultáneamente se condena el pecado de negligencia que personifica el tercer empleado. Dios no exige a todos igual rendimiento porque conoce la distinta capacidad y limitaciones de cada uno.
Los dones que el Señor nos ha dado no son para nuestro uso exclusivo, más que propietarios somos administradores. Hemos de asumir el riesgo de invertir nuestros talentos en la construcción del Reino de Dios en nuestra vida y en el servicio a los más necesitados. Solamente así podremos oír de sus labios: Porque has sido fiel, pasa al banquete de tu Señor.
Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo.
B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.