Sáb. Jul 27th, 2024

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El de los diez terminó con once talentos

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Siempre me llamaba la atención de porqué en la Parábola de los Talentos el Señor quita el talento al que lo escondió y devolvió y se lo da al que más tenía, porque no parece lo más adecuado dado que era el que más tenía.

Esta lógica es la que justo no nos deja entender realmente significa la parábola y es que realmente es la parábola de «fructificar».

El Señor creó el mundo y los árboles frutales, pero dejó en responsabilidad del hombre, cosechar los frutos. Así mismo en sus acciones. El bien está implícitamente en nosotros, pero debemos cultivarlos y cosecharlos para ponerlos al servicio de los demás. Es nuestra naturaleza. Pero muchas veces les fallamos.

Esta parábola el Señor sabe a quien le da cuantos. No da más de la capacidad con que nos hizo. Así hay árboles frutales frondosos y otros más pequeños con frutos apetitosos. Cada uno «según su especie». Pero al mango no se le pedirá que dé piñas, ni al ciruelo que dé cocos.

El Señor sabe qué puso en nosotros y por eso hay algunos que nos da cinco, a otros nos da uno. A todos pide exactamente lo mismo: «la encomienda de su hacienda» (Mt 25,14). Esta encomienda como dice el evangelio puede ser larga y mientras llega hay que trabajar en mantenerla y el dueño solicita que se ponga a producir.

El primero de los empleados lo hizo «enseguida«, «se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco» (vers. 16).  El término negocio deriva de las palabras latinas nec y otium, es decir, lo que no es ocio. Se entiende así lo que claramente el Señor quiere de nosotros: que no estemos ociosos. Así se puede entender como la pereza es un pecado capital.

El segundo de los empleados hace lo propio, sale rápidamente y poner a negociar sus talentos consiguiendo el doble de lo que tenía. Por tener menos talentos no era menos que el primero. Era otro tipo de árbol ejecutando su naturaleza, la de fructificar.

Ambos son alabados por el amo, porque hicieron lo que tenían que hacer y ya Jesús nos dijo la actitud cuando hiciéramos nuestro encargo: «de igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer.» (Lc 17,10).

Estos dos siervos son invitados a entrar en «el gozo de su Señor«. Previo a esta parábola está la de las 10 vírgenes, que también invita a las prudentes a entrar en el gozo. El aceite es también símbolo de alegría (*gozo), por eso las vírgenes tenían aceite, pero las que no fueron prudentes lo consumieron y no entraron en el gozo.

El tercer empleado hacer algo peculiar, entra en miedo, no negoció el talento, no lo fructificó, lo enterró y se sentó a esperar. Pensó que al devolverlo al señor, estaría haciéndolo bien y fue todo lo contrario. El Señor además de reclamarle le indica todo lo que pudo haber hecho para salvar el talento. Aquí el Señor le incrimina el pecado capital: «Siervo malo y perezoso…«.  Aquí estuvo su gran error. Eso lo hizo ser catalogado de «malo» por lo que las consecuencias de ese hecho fue su total perdición: «Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.» (v. 30).

Lo curioso de la parábola es la orden de que: «Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos. » (v. 28). Ya ese tenía 10, los suficientes para haber demostrado su fidelidad y amor al dueño de la viña. El talento del perezoso le es quitado y dado al que más tenía.

El Señor nos encarga muchas «misiones» y para eso nos da talentos y mientras más nos da, más nos pedirá cuentas. Vemos como a veces los que más hacen dentro de la Iglesia, pareciera como si nos dieran cada vez más trabajos y responsabilidades, mientras otros lo toman más tranquilamente. Si Dios nos da cinco talentos, cinco talentos nos pedirá, pero además nos dará el talento extra del que no trabaja, para que «por amor a la viña» ejerzamos a nombre del dueño la producción de los talentos del dueño.

Mucha gente se ve a menos porque hacen pequeñas cosas. Una vez la señora que hacía el café en la empresa que trabajaba como encargado de tecnología, me dijo que a ella le hubiera gustado hacer tantas cosas bien como yo las hacía, pero que solo sabía «colar café». Le dije que si fuera el que colara el café en la empresa ya estuviera despedido, porque nadie como ella hacía tan buen café.

Esto muestra que si en la Iglesia somos los que trabajamos y ayudamos en la predicación, en el coro, en la tecnología, en la educación, etc; el Señor nos pedirá cuentas por eso, pero al contrario, si Dios nos manda solo a barrer el templo, estamos llamados a que el piso de nuestra iglesia sea el más limpio de todos, y por ese talento nos ganaremos «el gozo de nuestro Señor«.

Cuando fallamos a esa misión entonces, hasta ese talento nos es quitado y he ahí como los que hacemos de todo, además tenemos muchas veces que «barrer o colar el café». Porque el Señor sabe la capacidad de «producir» el talento con que nos hizo.

El Papa Francisco lo ha dicho en la Jornada Mundial del Pobre 2020 «El bien si no se invierte, se pierde»

Sintámonos alegres de que el Señor nos deje manejar once talentos, porque el gozo será mayor. Feliz y dichoso el que por su fidelidad el Señor exprese: «¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor