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El Origen del Tiempo de Adviento.

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El adviento surgió en las liturgias de Galia y España en el siglo IV; tres semanas de acrecentada religiosidad precedían a la fiesta de la epifanía. Hay fuentes galas que, poco tiempo después, atestiguan un período de ayuno, que comenzaba con la fiesta de san Martín (11 de noviembre, Quadragesima Sancti Martini).

La fecha de conclusión de este período de ayuno no era la de la navidad, sino la fiesta más antigua de la epifanía; si entre la fiesta de san Martín y la epifanía, se cuentan, según el modelo oriental, sólo los días de ayuno propiamente dichos, y se excluye, por consiguiente, en estas ocho semanas, aparte de los domingos, también los sábados que en oriente no conocen el ayuno, en ese caso resultan, entre el 11 de noviembre y el 6 de enero, cuarenta días de ayuno.

La fiesta de la epifanía era más importante que la navidad, especialmente como plazo bautismal al que le había de preceder un período preparatorio de cuarenta días. A la plena configuración de la cuaresma de epifanía se contraponía, en cambio, la rápida evolución de la fiesta de navidad desde la ciudad de Roma: «Una cuaresma que, en medio de su trascurso, era interrumpida por una solemnidad a la que quizá le había de seguir también una celebración posterior ya no era una auténtica cuaresma».

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Hacer terminar la cuaresma de san Martín el 25 de diciembre significaba la pérdida del número completo de los cuarenta días de ayuno. El espacio de tiempo del ayuno de adviento era muy diverso; su comienzo podía remontarse desde el 15 de noviembre hasta septiembre. La liturgia se correspondía ampliamente con la de la cuaresma pascual. La venida de Cristo ocupaba el centro neurálgico, pero no en relación con la fiesta de navidad, la venida en su condición carnal, sino el regreso, que exigía penitencia y conversión, de Cristo como severo juez al final de los tiempos.

El despliegue del adviento se puede datar, para Roma, en el siglo VI: la regla de san Benito no lo conoce todavía, mientras que las homilías de adviento redactadas por san Gregorio Magno datan de finales de siglo. «Mientras que, por lo tanto, para el territorio galo las fuentes atestiguan, al principio, una celebración ascética del adviento, y sólo muy posteriormente también una litúrgica, para el ámbito de Roma se da, al principio y relativamente pronto, sólo noticia de una celebración litúrgica de la solemnidad».

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El adviento romano oscilaba entre cinco y cuatro domingos; esta condición así como la ausencia del ayuno muestran que aquí no existía ningún tipo de paralelismos con la cuaresma pascual. Con la adopción de la liturgia romana en el reino franco se configuró una mescolanza del adviento romano y la cuaresma gala de adviento.

Desde allí, esta forma mixta retornó, bajo influencia alemana, a Roma para convertirse en la norma de toda la cristiandad occidental. En el norte se acogieron los cuatro, o, al principio, -hasta el siglo XI- cinco domingos de adviento así como los textos de la liturgia romana de adviento, «desde otro punto de vista, el norte ha salido vencedor con su concepción cuadragesimal del adviento».

«El tiempo de adviento tiene un carácter doble: por una parte es tiempo de preparación a las solemnidades navideñas con su conmemoración de la primera venida del Hijo de Dios al hombre. Por otra parte, el tiempo de adviento guía los corazones, en cierto modo, a través de esa conmemoración hacia la espera de la segunda venida de Cristo al final de los tiempos. Bajo ambos puntos de vista, el tiempo de adviento es un tiempo de espera abnegada y gozosa». Ambos aspectos se suceden mutuamente: desde el primer domingo de adviento hasta el 16 de diciembre, ocupa el centro de la liturgia la venida escatológica del Señor, mientras que «los días entre semana desde el 17 al 24 de diciembre están ordenados inmediatamente en relación a la preparación para la navidad».
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El 15 de noviembre, el día posterior a la fiesta del apóstol Felipe, comienza, según el calendario de la Iglesia bizantina, el ayuno de navidad, que como «ayuno de san Felipe» tiene su testimonio más antiguo en el patriarca bizantino Niceforo (806-815) y dura cuarenta días hasta la nochebuena.

No hay ninguna otra impronta propia del adviento en el tiempo que viene después; ésta resuena, a lo sumo, en el «domingo de los antepasados del Señor», que se celebra entre el 11 y el 17 de diciembre y que representa, por medio de la celebración de los «santos antepasados de Cristo conforme a su naturaleza camal» así como de los patriarcas del Antiguo Testamento, que predicen la venida de Cristo, una especie de preparación, con las características propias del adviento, a la fiesta del nacimiento.