Vie. Jul 26th, 2024

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“Señor, enséñame tus caminos”

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Cardenal Nicolás De Jesús López Rodríguez

III Domingo del Tiempo Or­dinario – Ciclo B

a) Del Profeta Jonás 3, 1-5.10.

Jonás recibe el man­dato del Señor de predicar el llamado a la conversión en la ciudad de Nínive, pe­ro él intenta huir de Dios, se marcha por otro cami­no y aborda un barco que amenaza con zozobrar, has­ta que los ocupantes detec­tan al causante de la desgra­cia y lo arrojan por la borda, un enorme pez se lo traga y después de tres días lo escu­pe en su lugar de destino y se dispone a cumplir la mi­sión. Nínive se convierte al escuchar al profeta. Siglos después Jesús, argumentan­do contra los fariseos, alu­de a este pasaje de Jonás co­mo tipo de su resurrección. El mensaje de Jonás se pue­de resumir en una frase: si Nínive alcanza el perdón, ¿quién quedará excluido?

b) De la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 7, 29-31.

El Apóstol Pablo responde a los que le preguntaban so­bre el matrimonio y el celiba­to. Parece que la vida célibe de Pablo motivaba a algu­nos jóvenes solteros a adop­tar ese estilo de vida. Segu­ramente que eran jóvenes que se habían comprometido más a fondo con la tarea de la evangelización en Corinto y a los que él consideraba como sus colaboradores más direc­tos. El Apóstol parece sentir­se perplejo ante la respuesta que debe dar a esos jóvenes y les dice que solo puede darles un consejo, basado en la ex­periencia de su misión apos­tólica. Les dice que, entre dos bienes a elegir, matrimonio y celibato, para ellos es mejor el celibato.

c) Del Evangelio de San Marcos 1, 14-20.

Jesús llama a dos parejas de hermanos: Simón Pedro y Andrés, Santiago y Juan, pa­ra que sean sus discípulos. Todos pescadores, inmedia­tamente dejan todo y siguen a Jesús, quien comienza su actividad apostólica en Gali­lea por contraposición a Jeru­salén.

Jesús mismo es la salva­ción que el Reino de Dios trae al hombre y la única condi­ción para acceder al Reino es realizar una conversión de fe. Creer la Buena Noticia, es creer en Jesucristo. Los pre­supuestos de una auténtica conversión son primeramen­te interiores: cambio de acti­tudes, de criterios y de men­talidad y, consecuentemente, cambio de conducta práctica. La conversión ha de ir acom­pañada de una adhesión a Cristo en la fe.

En el interior del hom­bre es donde ha de germi­nar la semilla del Reino, porque es de su corazón de donde brota todo lo bueno y lo malo que ve­mos en el mundo, como dijo Jesús. Solamente si nos convertimos a los va­lores del Reino abando­naremos los criterios del mundo y del hombre te­rreno, asimilando las ac­titudes básicas de las Bienaventuranzas: ham­bre y sed de justicia, fra­ternidad, solidaridad, no violencia, reconciliación, perdón y amor al herma­no, incluso al enemigo.

Sin esta conversión inte­rior es un engaño y una uto­pía el cambio en la familia y en la sociedad. Únicamente la levadura que actúa des­de dentro, la opción evan­gélica, puede transformar la masa entera y hacer efecti­vo el proyecto del Reino en nuestra vida.

Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo.
B. Caballero: En las Fuen­tes de la Palabra.
R. Cantalamessa: “Echad las Redes”.