“Señor, enséñame tus caminos”
3 min readCardenal Nicolás De Jesús López Rodríguez
a) Del Profeta Jonás 3, 1-5.10.
Jonás recibe el mandato del Señor de predicar el llamado a la conversión en la ciudad de Nínive, pero él intenta huir de Dios, se marcha por otro camino y aborda un barco que amenaza con zozobrar, hasta que los ocupantes detectan al causante de la desgracia y lo arrojan por la borda, un enorme pez se lo traga y después de tres días lo escupe en su lugar de destino y se dispone a cumplir la misión. Nínive se convierte al escuchar al profeta. Siglos después Jesús, argumentando contra los fariseos, alude a este pasaje de Jonás como tipo de su resurrección. El mensaje de Jonás se puede resumir en una frase: si Nínive alcanza el perdón, ¿quién quedará excluido?
b) De la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 7, 29-31.
El Apóstol Pablo responde a los que le preguntaban sobre el matrimonio y el celibato. Parece que la vida célibe de Pablo motivaba a algunos jóvenes solteros a adoptar ese estilo de vida. Seguramente que eran jóvenes que se habían comprometido más a fondo con la tarea de la evangelización en Corinto y a los que él consideraba como sus colaboradores más directos. El Apóstol parece sentirse perplejo ante la respuesta que debe dar a esos jóvenes y les dice que solo puede darles un consejo, basado en la experiencia de su misión apostólica. Les dice que, entre dos bienes a elegir, matrimonio y celibato, para ellos es mejor el celibato.
c) Del Evangelio de San Marcos 1, 14-20.
Jesús llama a dos parejas de hermanos: Simón Pedro y Andrés, Santiago y Juan, para que sean sus discípulos. Todos pescadores, inmediatamente dejan todo y siguen a Jesús, quien comienza su actividad apostólica en Galilea por contraposición a Jerusalén.
Jesús mismo es la salvación que el Reino de Dios trae al hombre y la única condición para acceder al Reino es realizar una conversión de fe. Creer la Buena Noticia, es creer en Jesucristo. Los presupuestos de una auténtica conversión son primeramente interiores: cambio de actitudes, de criterios y de mentalidad y, consecuentemente, cambio de conducta práctica. La conversión ha de ir acompañada de una adhesión a Cristo en la fe.
En el interior del hombre es donde ha de germinar la semilla del Reino, porque es de su corazón de donde brota todo lo bueno y lo malo que vemos en el mundo, como dijo Jesús. Solamente si nos convertimos a los valores del Reino abandonaremos los criterios del mundo y del hombre terreno, asimilando las actitudes básicas de las Bienaventuranzas: hambre y sed de justicia, fraternidad, solidaridad, no violencia, reconciliación, perdón y amor al hermano, incluso al enemigo.
Sin esta conversión interior es un engaño y una utopía el cambio en la familia y en la sociedad. Únicamente la levadura que actúa desde dentro, la opción evangélica, puede transformar la masa entera y hacer efectivo el proyecto del Reino en nuestra vida.
Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo.
B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.
R. Cantalamessa: “Echad las Redes”.