“Jesús enseñaba con autoridad”
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Cardenal Nicolás De Jesús López Rodríguez
31 de enero de 2021
a) Del libro del Deuteronomio 18, 15-20.
En esta primera lectura, hay una clara promesa de Dios al pueblo, “suscitaré un profeta de entre tus hermanos”. El profeta auténtico no surge por su cuenta, sino que es suscitado por el Señor, por lo tanto, debe ser escuchado porque es mensajero de Dios. Así, a lo largo del Antiguo Testamento, se fue delineando la figura del profeta hasta alcanzar su máxima expresión en Jesús, el profeta por excelencia.
b) De la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 7, 32-35.
En esta lectura San Pablo se refiere a la mayor disponibilidad que tiene el célibe para dedicarse a la evangelización. “El soltero”, según sus palabras, “se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentarle”, en cambio, “el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido”.
Parece, según los estudiosos de San Pablo, “que quienes proponían esta cuestión eran jóvenes solteros de ambos sexos… quienes ante el ejemplo del celibato de Pablo estaban ponderando adoptar esa posible opción de vida. ¿Se trataba de jóvenes que se habían comprometido más a fondo con la tarea de la evangelización en Corinto y a los que Pablo consideraba como colaboradores suyos más directos? Es lo más probable”, así se expresa el P. Luis Alonso Schökel, S.J.
c) Del Evangelio de San Marcos 1, 21-28.
Jesús posee el poder del reino de Dios; Él se presenta como auténtico profeta, investido de un poder que le viene de Dios, y lleva consigo no sólo el anuncio de una liberación futura, sino que impulsa al evangelizador a realizar desde el principio, obras liberadoras a favor del hombre.
El venía a liberar al hombre del pecado; pero hay que decir también que el mal físico y la enfermedad pertenecen a la esfera del pecado, o sea de las cosas no queridas por Dios. Dios quiere el bienestar total del hombre. ¿Cómo podría un evangelizador contentarse con el sólo anuncio del reino de Dios, sin realizar obras de liberación del hombre?
La expulsión de los demonios se presenta de modo muy peculiar. Se habla de la situación crítica del poseído (v.23.30). De la autoridad de Jesús (v.25.31a). De la eficacia de su intervención (v.26). De la reacción de la muchedumbre (vv.27-28). Marcos añade que Jesús ordena al espíritu inmundo que calle su mesianidad. Se ve aquí la lucha de Jesús contra el dominio de Satanás.
Con la expulsión de los demonios se cumple una epifanía de Cristo. Las gentes quedan atemorizadas y asombradas. El que se muestra más poderoso que el demonio ha de ser más que un hombre. Marcos afirma que Jesús, entrando en la sinagoga, “enseñaba con autoridad”. Por la reacción de los oyentes se deduce que la gente quedó profundamente impresionada, “enseñaba con autoridad, no como los escribas”. Aquí se ve, además, la intención teológica de Marcos, “el Reino de Dios ha venido con poder en la persona de Jesús”. Los milagros, como la expulsión de los demonios, son revelación de Cristo.
Jesús tiene el poder el Reino de Dios que empuja al evangelizador a cumplir obras liberadoras en favor del hombre, vino a librar al hombre del pecado, pero también del mal físico, de las enfermedades que pertenecen a la esfera del pecado, porque Dios quiere el bienestar total del hombre.