“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único”
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Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez
14 de marzo de 2021
Continuamos avanzando en nuestro camino cuaresmal y este cuarto domingo de Cuaresma, según el calendario litúrgico de la mayoría de las iglesias de Ritos latinos, recibe el nombre LAETARE, que quiere decir “alegraos”, iniciando así una especie de descanso durante la cuaresma. El color litúrgico para las celebraciones es el rosado, no obstante, está permitido también usar el color morado, propio de este tiempo.
a) Del segundo Libro de las Crónicas 36, 14-16.19-23.
El autor del libro histórico de las Crónicas ofrece en el último capítulo un resumen muy rápido de los acontecimientos que van desde la muerte de Josías hasta el exilio de Babilonia. El Cronista subraya que tanto la destrucción de la Ciudad Santa como el Templo, junto con el exilio y demás acontecimientos trágicos, son la consecuencia de la infidelidad del pueblo y del justo castigo de Dios. Entre las infidelidades del pueblo, el Cronista menciona expresamente el incumplimiento del descanso sabático. Los setenta años del destierro serán una buena ocasión para descansar y restituir al Señor el tiempo que le habían negado. Este segundo libro termina reproduciendo el decreto del rey Ciro de Persia sobre la restauración de la ciudad de Jerusalén y la reconstrucción del Templo.
b) De la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 2, 4-10.
San Pablo dice a los efesios que su pertenencia a la Iglesia en calidad de miembros del cuerpo de Cristo ha supuesto pasar “de una realidad de muerte a una realidad de vida, como si se tratara de una nueva creación”. El Apóstol termina afirmando que somos una nueva creación de Dios por medio de Cristo, con una tarea–misión que realizar, que no es condición sino consecuencia de la salvación. Es justamente esta tarea-misión de los creyentes “para realizar las buenas acciones que Dios nos había asignado”, manifestando así una real y sincera conversión.
c) Del Evangelio de San Juan 3, 14-21.
Hemos empezado a vivir los últimos 20 días, los primeros fueron una confrontación sobre nuestra relación con Dios Padre y en estos últimos la liturgia se centrará en nuestra relación con los hermanos. Las tres lecturas muestran en total afinidad, que la historia del pecado e infidelidad del hombre a Dios es paralela a la historia del perdón y del amor al hombre, manifestados en Jesucristo, a quien el Padre entregó al mundo para salvación de cuántos creen en Él.
La página del evangelio es la segunda parte de la entrevista nocturna de Nicodemo con Jesús. La oferta universal de vida y de salvación por parte de Dios tiene un motivo y una finalidad: El amor de Dios manifestado en la entrega de su Hijo; “Para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna”.
El primer mandamiento “amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas” tiene su antecedente y razón de ser. Existe tal mandamiento porque Dios nos amó primero y nos precedió su cariño, manifestado en Jesucristo. “Nosotros amemos a Dios porque Él nos amó primero”, dice San Juan (1 Jn. 4, 19). Dios no puede menos de amar, porque es Amor. La imagen auténtica de Dios es la de un Padre que nos ama. Si el sentirnos mirados con amor por otro nos alegra, nos hace felices, ¿qué decir si ese otro es Dios? Así las buenas obras son nuestra respuesta al cariño de Dios.