Sáb. Abr 20th, 2024

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UNIMINUTO: Tercer domingo de cuaresma

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#PreparemosElEvangelio

Pero llega la hora, y es ésta, en la que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque así son los adoradores que el Padre busca.

Profesores del Instituto Bíblico Pastoral Latinoamericano de la FEBIPE-UNIMINUTO explican cada semana el evangelio del domingo.

El Dr. Héctor Molano, profesor del programa de Ciencias Bíblicas en Uniminuto, nos propone algunas herramientas para comprender adecuadamente el evangelio de este tercer domingo del tiempo de cuaresma. Comienza hablando de la analogía de Jesús con el novio por cuanto la escena está en el marco de la tradición matrimonial de Israel atestiguada en varios textos del Antiguo Testamento. Nos propondrá el Dr. Molano los cinco pasos frecuentes de las dinámicas esponsales en los textos bíblicos de la tradición judía de donde seguramente el evangelista toma el marco intertextual para su relato y que servirán para una mejor comprensión del pasaje joánico.

Jn 4,5-42

Llegó entonces a una ciudad de Samaría, llamada Sicar, junto al campo que le dio Jacob a su hijo José. Estaba allí el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del viaje, se había sentado en el pozo. Era más o menos la hora sexta.

Vino una mujer de Samaría a sacar agua. Jesús le dijo:

—Dame de beber —sus discípulos se habían marchado a la ciudad a comprar alimentos.

Entonces le dijo la mujer samaritana:

—¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana? —porque los judíos no se tratan con los samaritanos.

Jesús le respondió:

—Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: «Dame de beber», tú le habrías pedido a él y él te habría dado agua viva.

La mujer le dijo:

—Señor, no tienes nada con qué sacar agua, y el pozo es hondo, ¿de dónde vas a sacar el agua viva? ¿O es que eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?

—Todo el que bebe de esta agua tendrá sed de nuevo —respondió Jesús—, pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed nunca más, sino que el agua que yo le daré se hará en él fuente de agua que salta hasta la vida eterna.

—Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla —le dijo la mujer.

Él le contestó:

—Anda, llama a tu marido y vuelve aquí.

—No tengo marido —le respondió la mujer.

Jesús le contestó:

—Bien has dicho: «No tengo marido», porque has tenido cinco y el que tienes ahora no es tu marido; en esto has dicho la verdad.

—Señor, veo que tú eres un profeta —le dijo la mujer—. Nuestros padres adoraron a Dios en este monte, y ustedes dicen que el lugar donde se debe adorar está en Jerusalén.

Le respondió Jesús:

—Créeme, mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen, nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación procede de los judíos. Pero llega la hora, y es ésta, en la que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque así son los adoradores que el Padre busca. Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorar en espíritu y en verdad.

—Sé que el Mesías, el llamado Cristo, va a venir —le dijo la mujer—. Cuando él venga nos anunciará todas las cosas.

Le respondió Jesús:

—Yo soy, el que habla contigo.

A continuación llegaron sus discípulos, y se sorprendieron de que estuviera hablando con una mujer. Pero ninguno le preguntó: «¿Qué buscas?», o «¿de qué hablas con ella?» La mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y le dijo a la gente:

—Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será él el Cristo?

Salieron de la ciudad y fueron adonde él estaba.

Entretanto los discípulos le rogaban diciendo:

—Rabbí, come.

Pero él les dijo:

—Para comer yo tengo un alimento que ustedes no conocen.

Decían los discípulos entre sí:

—¿Pero es que le ha traído alguien de comer?

Jesús les dijo:

—Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra. ¿No dicen ustedes que faltan cuatro meses para la siega? Pues yo les digo: levanten los ojos y miren los campos que están dorados para la siega; el segador recibe ya su jornal y recoge el fruto para la vida eterna, para que se gocen juntos el que siembra y el que siega.

Pues en esto es verdadero el refrán de que uno es el que siembra y otro el que siega. Yo los envié a segar lo que ustedes no han trabajado; otros trabajaron y ustedes se han aprovechado de su esfuerzo.

Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer que atestiguaba: «Me ha dicho todo lo que he hecho». Así que, cuando los samaritanos llegaron adonde él estaba, le pidieron que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días.

Entonces creyeron en él muchos más por su predicación. Y le decían a la mujer:

—Ya no creemos por tu palabra; nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es en verdad el Salvador del mundo.